viernes, 1 de febrero de 2013

ARMONIA.

La armonía que debemos mantener en relación con nosotros mismos concierne a nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones.
Es evidente que si violamos continuamente las leyes naturales que obran en nuestro cuerpo, no podemos mantenernos con buena salud.
Debemos por tanto esforzarnos siempre en tratar a nuestro organismo con el mayor respeto y no comprometer por negligencia la armo
nía a la que tiene derecho.
Una nutrición mal equilibrada o excesiva, una falta de reposo, una insuficiencia de ejercicio, son algunos de los elementos físicos que perturban el equilibrio de nuestro cuerpo.
El mismo principio se aplica a nuestra mente.
El hecho de vivir en el plano terrestre, nos obliga a utilizar facultades objetivas y subjetivas.
La razón es una de las más importantes de ellas, ya que a partir de nuestros juicios, condicionamos nuestra vida cotidiana.
Pensamientos positivos, atraen acontecimientos positivos.
Cuanto más aplicamos la mente a reflexiones sanas y útiles, más hacemos de ella lo que debe ser, es decir un instrumento destinado a expresar lo mejor de nosotros mismos.
Si la sometemos a examinar cosas banales e impuras, rompemos el lazo armónico que debe unirla a los impulsos de nuestra alma.
Es importante por ello reflexionar siempre sobre temas dignos de consideración. Leer obras interesantes, ver películas enriquecedoras, escuchar buena musica, pensar positiva y creativamente, meditar o estar tranquilos disfrutando de la belleza de lo esencial, son tipos de actividad que permiten mantener la armonía en nuestra mente.
En el dominio de las emociones hay que recordar que los sentimientos basados en la cólera, el orgullo, los celos, la maldad, etc., trastornan considerablemente nuestro bienestar emocional y por consiguiente, nuestro equilibrio físico.
De la misma manera, los sentimientos de temor, ansiedad o angustia, son igualmente nefastos para la armonía general que debe prevalecer sobre todos los planos de nuestro Ser.

Debemos por lo tanto hacer todo lo posible para vibrar al ritmo de emociones puras y constructivas, ya que no se puede conocer la Paz Profunda mientras seamos prisioneros de reacciones emocionales discordantes.

edu wigand

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