miércoles, 26 de junio de 2013

EL ENCUENTRO.



Tienen una cita. 
Todo está planeado. 
La hora, el lugar, y todo lo que pasará después. Han previsto cada detalle con amor, con pasión. 
Han revisado todo antes del encuentro, que debe ser así y no de otro modo.

Se conocen desde hace mucho, pero no físicamente, lo cual es lo de menos en estas cosas, ya que la determinación es firme.

Solamente hay algo que parece no venir bien, y es que en los comienzos a veces hay que acomodarse, hasta que la rueda empieza a girar cada vez más fuerte, y con menos esfuerzo.

A pesar de lo previsto, vienen a destiempo.

Ella, pura energía divina, parece querer llegar primero. 

La única opción, entonces, es ir lo más lento posible. 
Trata de retrasarse, porque si hay algo que se han prometido es aparecer juntos en el lugar del encuentro.
Al contrario, él se apura. 
Es más, aunque necesite tardar más para estar listo, sabe que los días apremian. 
Así que se las arreglan para coincidir: ella espera una semana más, y él una menos.

La cita es sagrada. 

Los dos deben nacer en el mismo instante.
 Estrenar el llanto al unísono.

Y lo logran. 

Se cruzan luego de ingresar al mundo, brevemente, en el pasillo de la clínica, cada uno en los brazos de su agotada y feliz mamá. 
Se miran a los ojos, por primera y única vez, reconociéndose, y guardan esa sublime sensación hasta mucho más tarde. 

Cuando vuelvan a verse, veinte años después, será justamente la coincidencia sobre sus nacimientos la que motivará la charla entre los aparentes desconocidos que creerán que son. 
Hasta que sus miradas vuelvan a encontrarse, y recuerden que en algún antiguo tiempo se juraron amor eterno.

Como lo planearon. 
Desde siempre y por siempre. 
....Los grandes amores son así.


Veronica Dandreta. 

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